04 agosto 2011

Hamlet

¿Todavía aquí, Laertes? ¡A bordo, a bordo! ¡Qué vergüenza! El viento sopla a espaldas de tu nave, y está esperándote. Oye: que mi bendición sea contigo (poniéndole las manos sobre la cabeza), y procura grabar en tu memoria estos preceptos:
No reveles tus pensamientos, ni ejecutes ninguna idea inconveniente.
Muéstrate afable y sencillo, pero, en modo alguno vulgar.
Los amigos que tengas y cuya adhesión hayas puesto a prueba, sujétalos a tu alma con garfios de acero; pero no encallezcas tu mano agasajando a todo camarada recién salido del cascarón sin plumas.
Procura evitar toda contienda, pero, una vez en ella, obra de modo que sea el contrario quien se guarde de ti
Presta a todos tu oído, pero a pocos tu voz.
Oye la censura de los demás, pero reserva tu juicio.
Sea tu vestido sea tan dispendioso cuanto lo permita tu bolsa, pero sin pecar de exagerado; rico, pero no fastuoso, pues que el traje revela frecuentemente al hombre y en Francia, las personas de más elevado rango y posición muéstranse, en esto principalmente, como modelo de finura y esplendidez.
No pidas ni des prestado, porque el prestar hace perder muchas veces a un tiempo el dinero y el amigo, y el tomar prestado embota el filo de la economía.
Y sobre todo, sé sincero contigo mismo, de lo cual debe seguirse, como sigue la noche al día, que puedas ser falso con nadie.
Adiós, y que mi bendición haga fructificar en ti estos consejos.

Hamlet, William Shakespeare

No hay comentarios: