16 febrero 2014

Espuma

Denise bajó la cabeza, profundamente desanimada. En la playa, el pasado verano, Francette solía jugar a sumergir las manos en el mar para coger un poco de espuma; al cerrarlas, gritando de felicidad, echaba a correr hacia ella con toda la fuerza de sus piernecitas. Pero cuando volvía a abrirlas, sólo encontraba un rastro de agua... Entonces se echaba a llorar, pobre mujercita, y volvía a empezar. Pues eso era el amor.

El malentendido, Irène Némirovsky