25 septiembre 2011

Colores

- ¿Qué estabas haciendo, Griet?- me preguntó.
Me sorprendió la pregunta, pero supe ocultar mi sorpresa.
-Picando las verduras para la sopa, señor.
Siempre colocaba las verduras formando un círculo en el que cada verdura ocupaba un segmento, como si fueran las porciones de una tarta. Había cinco: col roja, cebolla, puerro, zanahoria y nabo. Utilizaba la hoja del cuchillo para dar forma a cada porción y en el centro del círculo ponía una rodaja de zanahoria.
El hombre dio un golpecito en la mesa con un dedo.
- ¿Están puestas en el orden en que se echan a la sopa?- sugirió, estudiando el círculo.
-No, señor- dije dubitativa. No sabía explicar por qué había colocado así las verduras. Sencillamente las ponía como consideraba que debían ir, pero estaba demasiado asustada para decirle tal cosa a aquel caballero.
-Veo que has separado las blancas- dijo, señalando los nabos y las cebollas-. Y el naranja y el morado tampoco van juntos. ¿Por qué?- cogió un trocito de col roja y una rodaja de zanahoria y los agitó entre sus manos, como si fueran dados.
Yo miré a mi madre, que movió la cabeza en un leve gesto de asentimiento.
-Los colores se pelean cuando los pones juntos, señor.
Arqueó las cejas. Como si no hubiera esperado esa respuesta.  

La joven de la perla, Tracy Chevalier

22 septiembre 2011

Promesas

A uno le hacen promesas sin cesar –prosiguió ella-. Nos hacemos promesas a nosotros mismos. Escuchamos las promesas de los demás. Los políticos nos hablan de una vida mejor para los que envejecen, de una sanidad donde nadie sufra en la espera. Los bancos nos prometen mejores intereses, los alimentos nos prometen mejor línea y las cremas nos garantizan una vejez con menos arrugas. La vida no consiste más que es navegar en nuestra pequeña embarcación cruzando un mar de promesas siempre cambiantes pero inagotables. ¿Cuántas de esas promesas recordamos? Olvidamos lo que queremos recordar y solemos recordar aquello de lo que más deseamos librarnos. Las promesas no cumplidas son como sombras que danzan a nuestro alrededor en el ocaso. Cuanto más me acerco a la vejez, más claras las veo…

Zapatos italianos, Henning Mankell

09 septiembre 2011

Sentir

Ya ves, cierra los ojos. Esa es la diferencia. A veces no se puede creer lo que ves, tienes que creer lo que sientes. Y si vas a tener la confianza de otras personas, debes sentir que puedes confiar en ellos también. Incluso cuando estás en la oscuridad. Incluso cuando estás cayendo.

Martes con mi viejo profesor, Mitch Albom