20 junio 2011

Calpurnia

En 1899 ya habíamos aprendido a dominar la oscuridad, pero no el calor de Texas. Nos levantábamos de noche, horas antes del amanecer, cuando apenas había una mancha añil en el cielo oriental y el resto del horizonte seguía negro como el carbón. Encendíamos nuestras lámparas de queroseno y salíamos con ellas por delante, como si fueran nuestros propios solecitos titilantes. Nos esperaba mucho trabajo antes del mediodía, cuando el mortal calor nos devolvía a todos al interior de nuestra gran casa y nos tumbábamos en los cuartos sombríos de postigos cerrados y techos altos, como víctimas sudorosas. El habitual remedio veraniego de mamá de salpicar las sábanas con refrescanrte colonia sólo duraba un minuto. A las tres de la tarde, cuando era hora de ponerse en pie, la temperatura aún era criminal.

La evolución de Calpurnia Tate - Jacqueline Kelly

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